
Por eso, ante la celebración de una nueva Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, llenos de confianza pedimos al Señor que bendiga a la Orden Franciscana con nuevas vocaciones. Sabemos que, con frecuencia, su llamada no llega a ser escuchada, reconocida y acogida por múltiples factores. De ahí la importancia de hacer más viva nuestra oración y de cuidar hasta el más pequeño germen de vocación que el Señor siembra en el corazón de niños y jóvenes. Y también, de no tener miedo a hacer visible y palpable la alegría de haber entregado la vida a Cristo, incluso a través de los signos externos de nuestra consagración y pertenencia, como por ejemplo el hábito. Como se nos dijo durante el Capítulo de las Esteras del 2009: «A través de él, Francisco se hace presente también visiblemente a los hombres de hoy. Si la gente nunca nos ve con el hábito, ¿cómo puede identificarnos como hijos de Francisco? Si los franciscanos dejaran de llevar sistemáticamente el hábito religioso en público, aún cuando se encuentran en países cristianos y católicos, privarían al mundo de un gran don y a sí mismos de una gran ayuda».
Sí, en nuestras manos está la responsabilidad de hacer “circular” este don precioso del amor de Dios que es la vocación consagrada, haciendo posible, con el testimonio de nuestra vida franciscana, que su llamada sea escuchada, reconocida y acogida, también a través de nuestra mediación.
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